Fiesta, por Ramone
FIESTA (por Kike Babas)
Karmele no participaba del alegre trajinar del resto de los asistentes. La fiesta había comenzado hacía un par de horas largas, las caras conocidas y desconocidas se mezclaban ya sin el preámbulo tímido y absurdo de la búsqueda. Se encontraban las sonrisas en el blanco machaqueo sobre las carátulas de los compact disc, se rozaban los dedos cuando coincidían en la nevera sobre una misma lata de cerveza fría.
Karmele bebía de su lata de Holsten Pils a pequeños sorbos. Lentos y ausentes. Sabía que pronto empezaría a meterse tiros de speed y que la ausencia la abandonaría. Llegarían entonces las horas de quemar pista y gastar suela en el improvisado baile de salón, de soltar amarras y soltar la lengua. Pero por el momento acababa de llegar a la fiesta y tenía la cabeza en otro lugar.
Sin aviso, pero sin sobresalto, unas manos agarraron suavemente el cuello de la muchacha. Tal fue la pericia que Karmele apenas dio un respingo. Cuando volvió la cabeza el joven sudamericano aún la sostenía cálidamente por el cuello y la penetraba con la mirada: el osado no estaba mal. "¿Qué haces vos, con esa cara tan dulce, sola en la fiesta? ¿Dónde dejaste a tú novio?", preguntó inquisitivo y directo, en un tono que lo pretendía todo, pero que no resultaba avasallador. Karmele dio un lánguido trago a la cerveza y respondió con tono neutro, nada descortés: "Le dejé en el hospital, tiene tuberculosis... Es probable que yo también esté infectada".
El joven sudamericano dudó un momento, escudriñó sus grandes ojos: ni halló respuestas ni gatuno pie de menos. Asintió, giró sobre sus talones y se alejó. Karmele dio otro paciente trago a su Holsten.
Karmele bebía de su lata de Holsten Pils a pequeños sorbos. Lentos y ausentes. Sabía que pronto empezaría a meterse tiros de speed y que la ausencia la abandonaría. Llegarían entonces las horas de quemar pista y gastar suela en el improvisado baile de salón, de soltar amarras y soltar la lengua. Pero por el momento acababa de llegar a la fiesta y tenía la cabeza en otro lugar.
Sin aviso, pero sin sobresalto, unas manos agarraron suavemente el cuello de la muchacha. Tal fue la pericia que Karmele apenas dio un respingo. Cuando volvió la cabeza el joven sudamericano aún la sostenía cálidamente por el cuello y la penetraba con la mirada: el osado no estaba mal. "¿Qué haces vos, con esa cara tan dulce, sola en la fiesta? ¿Dónde dejaste a tú novio?", preguntó inquisitivo y directo, en un tono que lo pretendía todo, pero que no resultaba avasallador. Karmele dio un lánguido trago a la cerveza y respondió con tono neutro, nada descortés: "Le dejé en el hospital, tiene tuberculosis... Es probable que yo también esté infectada".
El joven sudamericano dudó un momento, escudriñó sus grandes ojos: ni halló respuestas ni gatuno pie de menos. Asintió, giró sobre sus talones y se alejó. Karmele dio otro paciente trago a su Holsten.
Kike Babas (Días de speed a falta de rosas, 2008)
Podcast del programa Carne Cruda (Radio 3) - Speed y rosas - 26/04/2010
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